CEPAJES PATERNOS, TERRUÑO, AROMAS Y DEMÁS PATERNIDADES

En el Día del Padre sería muy tentador hablar de lo bonito que es regalar un vino a nuestro padre, de que a cada padre le corresponde un gran vino que vaya con su personalidad y cosas por el estilo. También sería interesante hablar de los padres del vino, de la enología, de la viticultura o de su historia y orígenes, es decir, de sus ancestros. 

Pero esta vez querríamos ir un poquito más allá y proponernos un reto: cómo sería plantearse que cada persona somos un vino en el que su padre ha añadido, sin querer y de manera inconsciente la mayoría de las veces, aromas, sabores, características de todo tipo. El poder de la metáfora nos empuja a pensar en esto y surgen muchas ramificaciones y correspondencias sorprendentes.

Según Lakoff y Johnson, en su libro “Metáforas de la vida cotidiana” (1980), la metáfora impregna nuestra vida entera; no solo el lenguaje, sino también el pensamiento y la acción porque nuestro sistema conceptual es fundamentalmente de naturaleza metafórica.

La educación de nuestros padres, cómo adquirimos, según la crianza, la fermentación, la maceración que hayamos tenido o cómo nos hayan podado, en qué suelo hayamos nacido, ciertos aromas, esqueleto, acidez, dulzura, amargor, salero y, hay algunos que, hasta sabor umami, eso es lo máximo!

¿Os atrevéis a pensaros a vosotros mismos como vinos y a vuestros padres como esas personas que os han dotado de sabores a frutas silvestres, aromas a madera, persistencia, entrada en boca golosa, madurez, elegancia? Sería estimulante tener en cuenta esto para agradecérselo y, sobre todo, para elegir un vino mucho más especial y personal para regalarle en su día. 

Sumérgete en la metáfora del vino y acierta con tu compra.

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